En una nube privada, la infraestructura es propiedad exclusivamente de un único cliente u organización. No se comparte con otras organizaciones, aunque puede abarcar múltiples “entidades” (por ejemplo, distintas unidades de negocio). La infraestructura puede estar alojada internamente o fuera de la organización y puede ser gestionada por la propia organización, por un tercero o por alguna combinación de ellos. Permite a las organizaciones alojar datos y aplicaciones en la nube, en un entorno más seguro y controlado respecto a las nubes públicas. Los recursos se despliegan detrás de un firewall y se puede acceder a ellas a través de líneas privadas o conexiones cifradas y seguras a través de redes públicas para que sólo los clientes especificados (y sólo ellos) puedan operar. El objetivo de estos mecanismos es reducir al mínimo los problemas de seguridad y limitar el acceso a los clientes específicos.
Hay dos variaciones de las nubes privadas en función del lugar donde se encuentra alojada la infraestructura [10]:
La realización de un proyecto de nube privada requiere un nivel y grado de compromiso significativo para virtualizar el entorno empresarial. Las nubes privadas son más caras pero también más seguras en comparación con las nubes públicas. Una parte importante de los responsables de tecnologías de la información se centran exclusivamente en la nube privada, con el fin de conseguir un mayor nivel de seguridad y control.
A modo de resumen, una nube privada es la mejor opción cuando: